La elucion y la imago

 



La Elusion y la imago

©Por  Abdel Hernandez San Juan


  Iniciare este ensayo de cierre y reanudación, como aquel en que este libro en sí mismo se mueve hacia su propio cierre, su conclusión, y como aquel en que se reanuda el asunto que con el mismo he propuesto, desarrollado, elucidado, en este su horizonte y asunto, en demasía actual, tremendamente concurrente y decisivo que es ese relativo primero al ser y la monada y luego a las formas en las que en el filosofar hermenéutico según la monada echamos a moverse el filosofar de otras tantos asuntos que competen, como decía al inicio, no ya a los modos en que entendernos el ser idéntico a sí mismo, en la lógica identitaria, sino en tanto le filosofamos por lo que este deviene, por los modos en que en la subjetividad las formas del ser en el filosofar de la monada, suponen los modos en que deviene algo nuevo cambiante, dinámico, en movimiento.  

  Por qué entonces la elusión y la imago para cerrar este libro a la vez que reanudar con su cierre su propios horizontes de apertura. La pregunta aquí va suponer un movimiento simultáneo.  Por un lado, tenía que preguntarme cómo puede cerrar sobre sí mismo un libro sobre el ser y la monada en que poco se le ha filosofado al ser y, sin embargo, mucho se ha filosofado según el ser en su relación a la monada en el filosofar de esos espacios en que este se distiende y se extiende, su modo propio de cerrar no podía ser otro que aquel que se moviera en torno a la pregunta sobre la imago, en específico, sobre las relaciones entre la literatura y su imago.  

 Cuando digo cierre y reanudación me refiero al hecho de que en la elusión y la imago se ofrece para el libro la forma en que sobre sí mismo puede cerrar un libro como este, si se quiere una forma que querrá carecer ella misma de una exterioridad otra, para este libro en específico, que no fuere sino su modo más inmediato y propio de moverse en su torno, de merodear sus propios afueras, sus afueras más próximos, más coextensivos y extensivos, que no son sino precisamente los que corresponden a la imagen de esa literatura, que a falta de un concepto otro, la literatura, de hecho, toda literatura, la filosófica y teórica como esta, pero también cualquier forma de lo literario, en tanto supone el lenguaje alfabético, lo sabemos, a la lengua misma, se resiste al concepto de imagen, que no sea aquella con que se le ilustra o en que se ilustra ese texto, que se ilustra en ese texto, con él, para él, en él.   

  Viene entonces a ser aquí el concepto de imago y no precisamente el de imagen aquel en que podemos ofrecer el merodeo a esta idea de exterioridad en la proximidad.  

  Que toda literatura supone una imagen, nuestras imágenes de y sobre lo literario lo sabemos, y que a esa relación entre la literatura y la imago, en que entendemos lo literario no precisamente en tanto incluya literalmente imágenes, o según las imágenes que las palabras susciten como sus figuraciones, sino en tanto la literatura misma como fenómeno literario de acuerdo a la forma de la estructura de los libros supone una imago, una imago literaria la cual varia y es diferente por autor, por libro incluso, por obra literaria, por composición, por cada producto autoral.  

 Sobre la imago de mi propia literatura, la mía individual, mis libros, no creo que sea este el momento para hablar, estos, sin dudas en la propia originalidad en que les he escrito, suponen cada uno una imago, cada uno un desarrollo dado de la imago, de esa imago que es propia al conjunto de mis libros, de esa que corresponde a cada uno de mis libros de filosofía y que en cada uno ofrezco respecto a los restantes, los más recientes, El Presentacional Lingüístico, El Sujeto en la Creatividad, este, El Ser y la Monada, tanto como los previos, La Naturaleza del Arte, Albores del Transarte.  

 Abrir la posibilidad de una reflexión más amplia sobre la imago hacia el conjunto de la literatura en ambos el siglo pasado y este en que estamos, que se aviene, en que vamos, que iniciaré como un filosofar sobre la imago y la elusión. Dado que la imago literaria está estrechamente relacionada a la estructura, es decir, a las formas en que desarrollamos en nuestros libros la conceptualidad y la formalidad de la estructura, el modo en que les componemos, sus títulos y la relación entre sus capítulos, sus formas de desarrollarse la estructura en los dos niveles conceptual y literario, la imago viene a ser en el desarrollo autoral de una obra, el tipo de exterioridad que como autores le proveemos a esa obra según los modos en que con la misma y en la misma hacemos ambas cosas, afirmamos y eludimos, asentimos según la forma misma conceptual y literaria de lo que proponemos en esa composición, este libro, aquel otro, y lo que dejamos implícito, pero eludimos, de aquello que en nuestros propios términos y formas, supone la relación a una determinada imagen de la literatura que en nuestros propios libros como obras individuales proponemos.  

  Las primeras formas de la hibridación, de hecho, no tuvieron lugar sino en torno a la estructura cuando desde Ferdinand de Saussure se inició lo que en aquel entonces hecho adelante todo el fenómeno del estructuralismo con la idea para aquel entonces dada de lo que se entendía como un corte sincrónico de las entidades discretas, es decir, la percepción que comienza a tener el escritor en el siglo XX, que comenzamos a desarrollar en la lingüística, pero también en la filosofía, la estética, en la antropología, de que nuestros asuntos, temas, objetos, pueden ser entendidos en el ahora y aquí de su corte a la vez en el espacio de la sociedades entendidas como totalidades en el triple presente de nuestro ahora, en el transcurrir de la vida cotidiana.  

    Aquel movimiento hacia la sincronía de la simultaneidad tuvo consecuencias significativas en la imago literaria por ejemplo de Levis Strauss cuyos libros comienzan ellos mismos a conformar, en tanto la hibridación le llega por la imago, y no precisamente de acuerdo a sus temas, u objetos literarios, o en Pierre Bourdieu, a cuyos libros se comienza a presentar en la literatura misma una imago en que la hibridación de hecho no es sino antes y primero, un fenómeno literario, es decir, resultante de la relación entre la literatura y la estructura en tanto una idea de estructura que se presente en principio según el corte sincrónico, no puede sino de una vez, como imago que se presenta a y en la literatura a lo literario en esta, suponer relaciones otras a las preguntas identitarias que con El Ser y la Monada, este librito, despejo, elucido, propongo, desarrollo, desenvuelvo.  

   La imago literaria viene a ser por lo mismo lo que se presenta a esa literatura en su propia forma y el modo en que en la obra autoral ponemos en relación el horizonte de su propia proposicionalidad, y conceptualidad, aquello que conforma a esa obra autoral como literatura por los conceptos e ideas que en ese libro desarrollamos, pero también por los modos en que en el mismo desenvolvemos, componemos, precisamos una idea de estructura que en ese libro se elucida, se desenvuelve, se crea, se compone, se desarrolla.  

   No se trata pues tanto de la estructura como aquello respecto a lo cual esa literatura habla, como cuando decimos la estructura de esa obra de arte a analizar, de esa frase a escudrillar lingüísticamente, de esa formación social dada a ser analizada, es decir, no tanto de la estructura como algo externo respecto a lo cual en esa obra científica hablamos, su tema, su asunto, su modo de decidir una idea de estructura de acuerdo con la cual ofreceremos estas y no aquellas conclusiones sobre un fenómeno dado de lenguaje, de arte, de forma, de cultura, sino antes bien de la propia estructura que conforma como fenómeno literario a nuestra propia obra. 

   Así la imago literaria en Derrida supone la elusión a Lacan, como también tenemos esta misma elusión en Bourdieu, en Barthes, Deleuze, Boudrillard, Foucault, Eco. La imago literaria en Frankfort, supone por su lado, desde Adorno hasta Habermas, Benjamin, Marcuse, la elusión a todo el romanticismo en la literatura.  

  En cierto modo Umberto Eco en su libro La Estructura Ausente habría intuido esto.  

   No se trata tanto aquí de ese movimiento de acuerdo con el cual tendríamos que, o bien declarar la estructura en toda su absoluta inmediatez de la presencia aquí en el primer plano, la estructura de estas frases, estas oraciones, esta o aquella obra literaria a ser diseccionada estructuralmente, ni en su contrario, una estructura otra, inaccesible, enigmática, sino la estructura de la obra que uno mismo concibe, compone y escribe.

 Imago de la literatura en que esta misma ha de desenvolver ambas cosas juntas, la creación literaria, este libro, aquel otro libro que he creado y compuesto, y su horizonte conceptual. Lógica identitaria que en este libro El Ser y la Monada he filosofado en El Ser y en La Monada, pero también en Los Liminales, La Filosofía y La Luz, Los Seculares, La Inteligencia Artificial y la Arqueología de la Ideología, como lo modos de ese devenir algo nuevo a que me he referido y no precisamente en lo que otrora de acuerdo a una filosofía del ser relativa a los existenciarios, entendíamos como idéntico a su mismo.  

   Hemos querido mostrar, de hecho, que un filosofar el ser en la monada puede ser también un filosofar sobre lo no idéntico en todo lo que le hemos desarrollado aquí, dado incluso que en la monada el ser, como decíamos, está en sus relaciones de amor, de pasión incluso, de dar y recibir, de reciprocidad, afectividad y subjetividad.  

  Que literatura es filosofía y el filosofar es literatura, eso lo sabemos hace mucho tiempo, Derrida y Barthes han insistido en esto a lo largo ya de varios decenios en significativas obras, cada uno a su modo, Derrida, La Retirada de la Metáfora, Barthes, El Placer del Texto, entre otros, pero de lo que se trata aquí no es tanto de reafirmar esta verdad consabida sino de poner a moverse la posibilidad de que una obra de filosofía sea a la vez y pueda ser lo suficientemente ella misma en la visualidad de su conceptualidad filosófica, en ese ver el pensamiento como parte en su propuesta teórica y filosófica, epistemológica.  

   La visualidad de la literatura pues no como un simple ocurrírsele de la imago al texto, sino como un modo de ir moviendo la imago en el texto hacia los niveles de su propia experimentación, experimentación incluso de su estructura como horizonte conceptual de su proposicionalidad, la cual, en el filosofar el ser y la monada como les he desarrollado aquí, supone la posibilidad de una cierta idea de exterioridad en la proximidad, y en la simultaneidad de este movimiento que en el libro con este capítulo exterior en la proximidad cierra y reapetura, en una forma filosófica de aquello que precisamente en el he filosofado, teorizado y discutido respecto a ese filosofar no idéntico del ser en la monada y la monada en aquel como filosofar hermenéutico el ser, en los liminales, y las restantes figuras de ese ir deviniendo, para la subjetividad, en que le he hasta aquí, para mis lectores, teorizado


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